Como todas las noches, podía ver al Conde Duque, a la Princesa, a las Infantas con sus ojos mates posándose en él. No decían una palabra. No hacían un sonido, pero su majestuosidad seguía ahí, aún después de muertos.
Muertos hace tiempo, pero presentes aquí. Como cada noche, la visión de estos muertos le hacía comprender lo afortunado que era por poder verlos. No todo el mundo tenía las posibilidades con las que él contaba.
Aquellas salas y pasillos, con sus habitantes entre inquisidores y juguetones dejarán pronto de ser recorridas habitualmente y serán observadas a distancia, monitorizadas fríamente en blanco y negro. Los egregios habitantes se quedarán solos. No se les verá, será como morir de nuevo.
El almacén será vigilado ahora por otra empresa y sus lienzos protegidos por otro, y él ya no verá muertos por la noche.
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