Se que llego tarde a la cita, ya que ayer 20 de noviembre era el día en el que lucharíamos desde los ceros y los unos contra una de las lacras de Internet: la pornografía infantil.
Creo que haya nada malo en la pornografía, si se produce legalmente por empresas serias y por profesionales bien pagados que realizan esta actividad por su conveniencia, y por que existe un público que consume el producto. Esta industria, nos guste o no, genera parte de la riqueza de los países en los que está establecida, ya que pagan impuestos y generan comercio.
El problema viene cuando esta pornografía se realiza empleando a menores, que por su condición están desprotegidos, produciéndose de este modo un abuso que en el caso de los adultos no tenemos problema en denominar “violación”, aunque no coincida con lo que describe el Código Penal a respecto.
La pornografía infantil no es tan habitual en Internet como nos dicen, pero es una de esas cosas en las que con un solo caso ya hay muchos. Por lo tanto, aunque pensemos que la pornografía es un negocio, la pornografía infantil es un delito y por lo tanto hemos de denunciarla tan pronto como esta sea detectada. Puede que el consumidor sea un enfermo que deba ser tratado, pero no puedo mostrar conmiseración con ellos, ya que su mal genera que niños sean explotados y abusados, hasta el punto de su muerte física, y en muchos casos marcados en su psique con taras que les seguirán todos los días de sus vidas.
Pero no solo en Internet, también en nuestro día a día. Esas personas que conocemos que viajan solos a Cuba, a Tailandia, y a todos esos destinos exóticos en los que es más fácil que en nuestros barrios conseguir la carne que estos enfermos creen necesitar. Sólo mediante el ostracismo a los pederastas, y la denuncia de los casos que detectemos es como podremos reducir, y espero, terminar con esta práctica abusiva.
Es lo que creo.
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